27 de enero de 2010

Lo que estoy escuchando en enero de 2010.

Bué. No me ha salido mi lista de "lo mejor de la década".

No podría decir si es por falta de ego para decidir "lo mejor", o es porque lo que escucho es un picoteo surreal de distintas épocas.

Trataré de aproximar a una tendencia sonora más o menos clara de referentes frescos, pero no garantizo.

Aqui va mi lista.

THE POSTAL SERVICE - Give Up: Si no escuchó aún a Tamborello & Gibbard, corra por él. Electro pop alternativo con fuerte vocación por la melodía dulce, las texturas vintage y las canciones altamente adhesivas. Para mi, EL disco clásico de estos años.

EL BAILE ALEMÁN - Señor Coconut: No le recomiendo que se quede sólo con este engendro loquísimo de latin beats y clásicos de Kraftwerk. Entre por esta puerta y llegue a través de ella a todo el catálogo de Uwe Schmidt (aka Atom Heart), una leyenda de la electrónica que trabaja desde Chile.

LUCYBELL - Disco rojo: Le va a costar encontrarlo, pero este es el peak del rock chileno noventero. Cuesta creer que es casi de factura artesanal: trip-pop elegante y romántico para las masas, grandes performances y letras al hueso. Audio candy.

SCHNEIDER TM - Zoomer: Pop del siglo XXII. Folklore de laptop con guitarras de palo robóticas. Sólo ese himno post-posmoderno que es "Reality Check" vale el esfuerzo de seguir a este pequeño mago del blip-pop, fuertemente influenciado por el cookie-beat de Atom heart.

WARREN FITZSIMMONS- Until when we are ghosts
/ RAY LAMONTAGNE - Trouble: Ambos son discos debut. Ninguno es la perfección y eso es lo que los hace imprescindibles para entender el folk de última generación: Sólo tipos con una emoción, una intención, una guitarra acústica, pocos recursos y un gran talento para generar bálsamo espiritual sonoro.

CHICO TRUJILLO - Plato único bailable: Si tuviéramos que señalar con el dedo a los herederos de Sumo en el barrio, yo me quedó con este spin-off cumbiero de La Floripondio. Imprescindible: la versión trasnochada y jaranera de "Ahora quién", que hace a Marc Anthony quedar como monja.

SPARKLEHORSE - Chest full of hawks: Mark Linkous es el nuevo Neil Young. Folk adormecido hecho para almas en reconstrucción. Bipolar, sicodélico, aterciopelado, surrealista, rockero, íntimo, torcido. Esta compilación es muy difícil de encontrar. Pero vale la pena al 100%.

FOREST FOR THE TREES - Forest for the trees: Carl Stephenson escribió "Loser" con Beck. Luego de eso, y sin que su ahijado le diera ni las gracias, se abocó a hacer el disco que probablemente Lennon hubiera querido producir. Cintas viejas, voces empastilladas, samplings envejecidos, coros épicos, espiritualidad trip-hop. Una rareza que también hay que perseguir. (Huelga decir que inmediatamente después de lanzarlo, Stepehenson tuvo una crisis nerviosa que lo hizo terminar en una clínica siquiátrica. Nunca más se supo de él, al menos en lo musical).





Eso por el momento.
Luego me dedicaré a una buena lista de canciones.

25 de enero de 2010

Intención, contexto y performance: El renacer del arte en la Era Piñera.

Molestaba el comentario. Dolía. Era tabú. Pero de vez en cuando se escuchaba. Y de boca de gente no célebre por su insensatez. Que el arte chileno se había achanchado. Que de la asertividad callejera de Los Prisioneros pasamos a las florituras crípticas de Los Tres. Que del cine guerrila pasamos al aspirante a blockbuster. Que de la prosa furiosa pasamos a la novelita light. Que de la pintura con sangre y la performance, pasamos al decorarte y el putanguerío.
De más.
Se nos retorcían las entrañas cuando nos decían que necesitábamos un Pinochet. Que llevábamos dentro al traicionero bigotón represor, como un programa con error. Como una tendencia, como una exigencia.
Lo más curioso de todo, es que tuvieron que volver los mismos de siempre al poder para que retornara el vértigo, el ardor en la lengua, la incontinencia pasional.
Bastó una chiquilla menuda con un recado sencillo al sistema imperante, para que el escenario volviera a tener el sentido que nunca debió perder. El de un gran gatillo para mentes y corazones.
Desde hoy, le pongo más ojo a la carrera de Camila Moreno, la primera valiente en la que seguro será una larga lista. Combatir contra un monstruo económico no es más fácil que resistir la bestialidad armada.

18 de enero de 2010

El perdonazo.

Aquellos que tuvimos que bancar una adolescencia gris en los años de Pinochet, tenemos claro que el regreso de la derecha al poder no puede ser peor que eso. Imposible. Hoy, el aparato democrático y el empoderamiento ciudadano - el mismo que le dio la espalda a la Concertación y compró en efectivo todo el boicot de los medios derechistas contra la Concertación - no podría dejarnos indefensos ante la bestialidad viciosa, civil o militar.
Los ojos del mundo están sobre Chile. Soprendidos muchos. Con una cierta mueca irónica otros. Estudiándonos como ratones de laboratorio los más.

Es raro igual. Los deudos de Pinochet no tenían argumentos para volver. Si uno considera el colapso del capitalismo indiscriminado que hoy tiene a USA por el suelo, está claro que el manejo económico difícilmente será el fuerte del equipo de Piñera, cuyo liderazgo de Hacienda seguro parecerá más una glamorosa elección de reina de belleza que "real politics".
Saltémonos el tema de la cultura, por razones obvias. Sugiero quedarse con la imagen dantesca del grupo de artistas e intelectuales (sic) que almorzó con el presidente electo la semana pasada para formarse una opinión acabada. No olvide sumar al cuadro, el de-ahora-en-adelante-ubicuo semblante del Negro Piñera.

Tampoco está en esa épica carencia concertacionista de "brillo en los ojos" a la que alude Paulsen en su columna de hoy. O un extraño virus de bipolaridad, cuyo principal síntoma es la dislexia temporal, especialmente en conjugar palabras como "Venderemos", donde antes ponían "Venceremos".

Si hay razones para tener a la derecha de vuelta en el poder - tras 20 años de haberla desalojado a empujones de un palacio de gobierno saqueado hasta nivel de quincallería - habría que encontrarlas en la susceptibilidad del chileno a preferir la información rápida, sobre la información veraz. A tragarse el cuento del desencanto. A jurar que todos los males universales de la corrupción cayeron en Chile después de 1989. Y que antes, durante los años del oscurantismo, todo funcionaba sobre ruedas, nadie robaba, nadie birlaba, nadie en el aparatique prefería servirse que servir.

Eso derivó en el gran perdonazo. Fue un asunto de estado de ánimo. Tarea que el  área comunicacional del comando de Sebastián Piñera hizo de manera notable, puntual, con cálculo y empatía. No importó todo lo que ya sabíamos y supimos del candidato de la derecha. Su incontinencia empresarial, su torcido sentido de la oportunidad, la obsecuencia con los civiles del pinochetismo.
Nada.
Se le perdonó todo. Porque la sensación ambiental fue que la Concertación tenía que salir, que terminar. Se necesitaba (¿?) la alternancia.
Oh, los dioses se enojan si no ofrecemos un sacrificio de vez en cuando.
Que lógica más difícil de tragar.

Esta elección, para la historia política,  será recordada con el mismo interés con que hay que marcar el fin de la industria de la música como la conocíamos: Un día, nos despertamos y esto ya no era igual.

Si le va bien a Piñera, le va bien al país. Le va a bien a nuestros hijos, vivimos en paz, progresamos.
¿No es eso lo que todos queremos?.
Aunque para ello nos tengamos que bancar una sociedad que se empobrece (más aún) cultural e históricamente.
Pero que más da. Si hemos sido capaces, en un sagrado ejercicio democrático, de perdonarlo todo.
Que eso nos baste. ¿No?.

7 de enero de 2010

El foso Hormiguero


El Hormiguero
Canal 13
Lu a Vie

Advierto: Si usted espera una columna necrofílica con disfraz de buitre, del tipo “cierren el canal y váyanse para la casa”, no siga leyendo. Por otra parte, si es de los que aman su Trinitron, venera su LCD cazado en 36 cuotas, o se compró un portátil para no perderse ni el rubio ceniza Loreal del “Doctor” De La Barra, le digo desde ya que estas líneas pueden incluir spoilers que lo enterarán de cómo funciona el truquillo de los programas de entretención.

"¿Cuál es el público objetivo de este programa?” lanzó al aire uno de los hinchapelotas artrópodos de paño y espuma de “El hormiguero”, en los últimos minutos del programa del lunes pasado. Y lo que debería haber sonado como una traviesa talla interna meta-televisiva, quedó rebotando en el éter como un macabro ejercicio público de sinceridad.
¿Por qué no resulta El Hormiguero?. Los agoreros que quieren ver encarnado algún supuesto error en la audacia “veneciana” de Tonka, están muy perdidos. Con o sin Tomicic, con o sin Sergio Lagos, la versión chilena de uno de los programas de TV más exitosos del último tiempo en España iba destinada si o si a la ruta del calvario.
Tampoco pueden cantar victoria aquellos que odian todo lo que lleve el sello creativo de los - a estas alturas ubicuos – Copano. Si algo no le falta al nuevo estelar de Canal 13, eso es ideas frescas y energía renovada.

Es más, al programa se le puede acusar exactamente de lo contrario, de voluntarismo, de sobrerreación, de ingenuidad, de ser un compilado anárquico sin carácter ni de chicha ni de limoná.
Para que vamos a andar con rodeos: el programa no fluye, y lo que debería ser un relajo se transforma en una experiencia desagradable, que nos pone a todos en la ingrata misión de presenciar el traje nuevo del emperador. Y el emperador está, irremediablemente, desnudo. Sin concepto, sin norte, sin fondo, sin razón de ser.

Varios años escribiendo para conductores de TV me afinaron el ojo para detectar cuando la costura está mal zurcida. Y este es un caso galopante de realización errática.
Si El Hormiguero original de la cadena hispana Cuatro fue concebido como un talk show delirante, a la medida del conductor y director Pablo Motos, donde la estrella principal es la inagotable pléyade de posibilidades que hay para generar contenidos disparatados en TV, la versión del canal católico cometió el peor de los actos fallidos: por querer ser distinto, terminó siendo igual pero peor.
Ejercicio práctico. Cierre los ojos. Imagínese que usted es director de TV, en un canal importante con mucho público cautivo y buenos auspicios asegurados, en un país donde recién se acabó una dictadura célebre por promover el más feroz apagón cultural. Le piden hacer un programa loco, pero sencillo y glamoroso. Imagínese que usted es genial. ¿Qué hace?. Primero define su fórmula. Se le ocurre que quiere en pantalla a gente que ya tenga fama: quiere una reina de belleza, muy guapa, pulida y templada, al borde de lo cartucho-hipócrita. Le pone al lado al tipo más deslenguado del mercado, un pituco que se caracteriza por tener el mismo nivel cultural de una almeja de la Caleta Portales y la mismo líbido desopilante de un preso liberado tras diez años y un día a la sombra, con tres pisco sour tamaño Catedral encima. Podría quedarse allí, pero usted sabe de tele. Sabe que necesita hacer un programa en tercera dimensión, que incorpore lo impredecible del típico guatón tallero que aportilla la más ensayada y circunspecta ceremonia. ¿Qué hace?: Le suma al rey del chiste corto, que no tiene experiencia televisiva pero si un talento supremo para la salida ingeniosa. Les escribe todo en tarjetas, y los deja en el estudio de TV. Pero no están abandonados a su suerte. Porque esto es como un gran ajedrez humano, donde usted mueve piezas que tienen, cada una, un rol y una destreza precisa. Finalmente, el factor glamour se lo da mezclando invitados de alta notoriedad con personajes bizarros, menores, prescindibles. Es que usted sabe que es el mejor en lo suyo, tiene encima muchas horas de tele, sabe de qué se trata esto: de la mezcla, del revoltijo, de que sea una experiencia novedosa siempre, de contar un cuento con los mismos personajes cada semana, pero en distintos escenarios y dificultades posibles. Usted hace televisión de situaciones.
Felicitaciones. Acaba de meterse en la cabeza de Gonzalo Bertrán. Acaba de inventar Viva el Lunes.

Si El Hormiguero está hoy en un foso con arenas movedizas, que se hunde lento, muy lento, la única forma de salir es aplicando economía de guerrilla. Optimizar recursos, que los tiene y muy buenos. Una dupla de animadores moldeable, dispuesta, fresca, joven, bella.  Un equipo creativo entusiasta, que quiere probar cosas. Una estética notable. Un presupuesto proactivo, con capacidad de reacción.
Y si no le faltan buenos ingredientes ¿Qué cresta  necesita entonces esta sopa para que deje de ser sólo agua caliente con agregados y cuaje en una comida apetitosa?:
Revolver bien. Dejar que cada sabor se impregne en el otro. Ponerle zapatillas a los sentadores vestidos  de Tonka; dejar que las hormigas saboteadoras realmente hagan su pega de crear el efecto de tercera dimensión, de opinólogos residentes; parar un momento para escuchar a los invitados, involucrarlos sin forceps a la dinámica y reaccionar con ellos; dibujarle claramente los límites de la cancha a los conductores para que sepan que así en el fútbol como en la comedia, siempre hay uno que crea la jugada, que la sirve, y otro que la remata, que anota el gol.
Sé que es sencillo decirlo, pero no es fácil hacerlo cuando está todo el mundo observando, disectando, juzgando. 
Pero esto es sin llorar.

Después de todo, el negocio de la televisión siempre ha sido y será trabajo de hormigas.