28 de junio de 2011

Los 25 años de Pateando Piedras, el disco clave en la carrera de Los Prisioneros

Publicado en El Mercurio, Cuerpo C, martes 28 de junio de 2011.

30 de enero de 2011

Lollapalooza Chile: Lo mejor de Perry Farrell.

Para vivir la comunión del rock, y sentir que se es parte de algo, está Glastonbury. En el pasado, Woodstock. Para sentirse lo más ondero del planeta, existen Benicassim y Coachella. Lollapalooza, en cambio, siempre ha sido su cartel. Nunca importó menos las condiciones y el entorno de un festival de rock. Es más, precisamente lo que arruinó la reputación del festival a fines de los 90, fue el alegato de que a mayor sofisticación y recursos, Perry Farrell - mezcla rara de gurú erótico-espiritual de los años 60, go-go dancer a medio travestir y frontman frenético un poco sobregirado por ácido californiano - había comenzado a mostrar manga ancha con la selección de convocados.El paso siguiente fue la venta de la franquicia. Un crimen imperdonable que con el tiempo se moderó a punta de personalizar nuevamente el repertorio con el sello Farreliano.

Si Lollapalooza es una extensión de la excentricidad de Farrel, es porque la cazuela esquizofrénica de estilos y géneros que tan natural y justa parece hoy, no lo era hace 20 años. Fue Farrell quién convirtió esta gran feria gitana del rock & roll en una acuarela fiel de los sonidos en alza, sin importar si requerían drum machines y samplers, o amplificadores vintage y bandanas motoqueras.

Pasemos a los hechos: el cartel chileno.
 El Lollapalooza internacional 2011 tiene mucho de meticuloso tributo a las corrientes madre de la cultura rock actual.
Está el hip-hop fumeta y crossover de Cypress Hill,  puente perfecto entre la old y la nu school del rap, compartiendo escenario con el R&B plastificado, dramático e intenso de Kanye West, el personaje más importante del rap de autor hoy. Sumarle a eso el hip-hop mestizo de la Mala Rodríguez y Ana Tijoux es una puntada fina perpetrada con estilo por Farrell, fiel al carácter ecléctico del concepto original del festival. Un argumento importante para sostener la integridad moral de Lollapalooza como festival basado en el cartel y no en la onda, es que los criterios de Farrel para elegir a sus comensales son casi enciclopédicos, con líneas de tiempo históricas trazadas casi científicamente. Fijémonos por ejemplo en el rock de cantautor. Devendra Banhart, Ben Harper y Cat Power tienen coherencia casi perfecta, si le agregamos el pop edulcorante y cándido de Francisca Valenzuela. Otro combo estrella de la noche está en lo electrónico. Aquí la fórmula es democrática, parrandera, de vocación colectiva, con el pop-trance cafichón de Armin Van Buuren liderando junto al cosmopolita sampler-rock de Fatboy Slim, el electroclash de Fisherspooner y el tecno pop sicodélico del notable superdúo Empire Of The Sun.

Donde Farrell demuestra que es un melómano compulsivo es en la atención que pone en el reggae, contrabandeando sin aspavientos pero con un claro sentido de statement el reggae sofisticado y orgánico de Steel Pulse, pioneros en ponerle mantel largo y cara lavada al rock steady, y el raggamuffin casado con nu metal de los legendarios 311.
Pero es obvio que hay un tipo de cancha donde el líder de Jane's Addiction se mueve como un marine en el campo de batalla: el rock. Aquí la primera versión exportada de Lollapalooza brilla hasta enceguecer a cualquier fan medianamente informado. Enunciando con la promesa extraordinaria de traernos la formación original de su propia banda, la más importante en la renovación y apertura del rock californiano a fines de los 80, Farrell despliega un menú simplemente excitante, que lidera la sicodelia indie de Flaming Lips, y continúa el pop pastiche de The Killers, el neopunk de Yeah Yeah Yeahs, el emo pasteurizado de 30 seconds to Mars, el poderoso nu metal épico de Deftones, la representación más elegante del jangle rock manchesteriano con James y la emotiva reunión del corazón de Sublime, esta vez renombrados con el mote With Rome, por líos legales. A eso se le suman los protagonistas de la nueva generación: The National, The Drums y The Cold War Kids, entre otros, que pegan perfectamente con créditos locales como Los Bunkers, Dënver y Cómo Asesinar a Felipes.
Grande Perry. El tipo sabe que es sólo rock & roll, pero nos gusta. Y que desagradable es cuando no se le trata con respeto. Afortunadamente, Lolapalloza Chile 2011, no es el caso.