7 de junio de 2006

el síndrome de la rebelión.

Hay un par de interesantes postings de mi buen amigo Alfredo Sepúlveda, que sintetizan la reflexión de intelectuales y comentaristas chilenos (y la del propio Alfredo, claro) acerca de la rebelión de los estudiantes chilenos.

Me parece especialmente interesante la observación sobre el factor Familia en el proceso educativo.

Si me permiten la autorreferencia, algo de experiencia tengo en el ámbito docente, por tanto conozco la realidad de la educación superior privatizada desde adentro. Y algo que tengo sumamente claro es la diferencia que existe entre la realidad del alumno que ha crecido en un ambiente que lo estimuló intelectualmente, y otro que simplemente tiene atrofiada su capacidad de interesarse en aprender cosas nuevas.

Esa es la base que me lleva a estar plenamente de acuerdo en que el fondo de esta rebelión, las metas propuestas por los estudiantes de la insurreción, son ingenuas e insuficientes.

Pero creo que el valor real de lo que pasó esta última semana en Chile (y que hemos sabido, de boca de sus protagonistas, se venía gestando hace mucho tiempo) tiene un valor intrínseco cuyo significado, la raíz misma del desasosiego, es necesario analizar y describir a la brevedad.

En otras palabras ¿Cuál es la verdadera semilla de este levantamiento civil?.

Hay varias maneras de perseguir esta respuesta.

Un buen punto de partida es analizar la realidad cotidiana de los líderes de la Asamblea estudiantil. Este es el camino farandulero. El que le encanta a los medios chilenos. La menudencia, la cebollita picada, la anécdota.

Pero otro muy distinto - y del que a mi me gustaría participar - es el del análisis de cómo la sociedad chilena de las últimas décadas contribuye y ha contribuido a educar a sus ciudadanos.

Y en este empelotamiento hay que revisar todo. Lo que se conversa a la hora de once, que películas se ven, cómo se comentan las noticias, cómo funcionan - y con que fin - , los medios de comunicación, que rol ha cumplido el sector privado en aportar a la educación.

Y lo más importante de todo, quién está contribuyendo a atrofiar la capacidad de los chilenos por interesarse en aprender cosas nuevas.

Para mí, ahí está la madre del cordero.