25 de enero de 2010

Intención, contexto y performance: El renacer del arte en la Era Piñera.

Molestaba el comentario. Dolía. Era tabú. Pero de vez en cuando se escuchaba. Y de boca de gente no célebre por su insensatez. Que el arte chileno se había achanchado. Que de la asertividad callejera de Los Prisioneros pasamos a las florituras crípticas de Los Tres. Que del cine guerrila pasamos al aspirante a blockbuster. Que de la prosa furiosa pasamos a la novelita light. Que de la pintura con sangre y la performance, pasamos al decorarte y el putanguerío.
De más.
Se nos retorcían las entrañas cuando nos decían que necesitábamos un Pinochet. Que llevábamos dentro al traicionero bigotón represor, como un programa con error. Como una tendencia, como una exigencia.
Lo más curioso de todo, es que tuvieron que volver los mismos de siempre al poder para que retornara el vértigo, el ardor en la lengua, la incontinencia pasional.
Bastó una chiquilla menuda con un recado sencillo al sistema imperante, para que el escenario volviera a tener el sentido que nunca debió perder. El de un gran gatillo para mentes y corazones.
Desde hoy, le pongo más ojo a la carrera de Camila Moreno, la primera valiente en la que seguro será una larga lista. Combatir contra un monstruo económico no es más fácil que resistir la bestialidad armada.