26 de junio de 2007

Todos con todo.



A veces pienso como sería mi modo de pensar, de hacer, de ser... sin la actitud musical que arrastro cada día.





Es que yo me compré hace rato la pomada del renacentismo. En eso pensaba.





Creo que pertenezco a una generación de tipos que internalizaron el trauma histórico, en un síndrome de diversificación existencial crónico.





O sea, soy de la era de los primeros hombres digitales.





Mis amigos son renacentistas.


Mi mujer también.





No van por la vida avasallados por un estilo, por una corriente, por un modo.





No, señor.





Veo que a mi alrededor - y me incluyo de frentón en esto - cunde la búsqueda por un tipo de sensibilidad.





Me explico.





Un cierto tipo de sensibilidad puede estar presente en una canción.





En un diseño gráfico.





En una película.





En la moda (que gran lenguaje es la moda después de todo, ¿no?).





Eso es ser renacentista.





Que te valga madre el soporte.





Lo que importa es que catalice el flujo requerido.





El lenguaje construye realidades.





Entonces, si uno puede dominar varios lenguajes (sea el de hacer películas, el de hacer campañas promocionales, el de las canciones, el de los libros, el de la costura, el de las fotos, etc), entonces uno tiene el poder de generar impresiones a un montón de niveles (yeah).





Personalmente, busco elementos musicales en todo.





Soy capaz de encontrar ritmo, armonía y contrapunto en casi cualquier weá.





Freaky.


Scary.


Yummy.





Amo el renacentismo.





La promiscuidad creativa.





Todos con todo.