20 de enero de 2009

Por qué YO no leeré el libro de Narea.


Fue, creo, a principios del año pasado. Sonó mi teléfono y era Claudio. Quería pedirme unos datos sobre el departamento que Jorge tenía en Arzobispo Donoso. Cuando yo frecuentaba el sitio, eran los años locos de las entrevistas para mi libro. No era mucho lo que me acordaba, pero supongo que algo aporté.
Me habló de las extrañas comunicaciones entre Jorge y Nadia, su actual mujer. Me dijo que eso no lo iba a tolerar, y que se había decidido por fin a contarlo todo. Su propia versión. Me confesó que por primera vez, iba a leer (o había leído, no recuerdo bien) "Exijo ser un héroe", y los otros libros escritos sobre Los Prisioneros.
Claudio es mi amigo de hace muchos años. Compartimos muchas cosas y momentos personales que no vale la pena enumerar acá. En virtud de eso, y porque no veo la razón para negársela, le ofrecí mi ayuda. Ni siquiera porque me dejó tirado a mitad de la creación de mi libro, y después no lo quiso leer. Creo que en el fondo también me inquietaba que se fuera a repetir el desastre posterior a su colaboración subrepticia en el libro de Freddy Stock "por miedo a que saliera publicada cualquier cosa", según sus propias palabras.
Para bien o para mal, Claudio no necesitó mi ayuda. Si en eso podemos descontar una larga y bastante profunda conversación que tuvimos hace pocos meses, después de terminar una marcha de la SCD para defender los derechos de los músicos frente a los tiburones corporativos.
Fue la conversación más larga y brutalmente honesta que tuvimos en muchos años.
No fue la única comunicación que mantuvimos desde ese primer llamado, porque poco después me había vuelto a telefonear para advertirme que no publicara ni contara nada sobre él en este espacio (mi blog), porque los viudos y viudas de Jorge nos estaban haciendo pebre en los foros Gonzalistas. Podría haberme negado, pero le hice caso, y bajé la narración de esa primera conversación.
En la última conversa con Claudio, supe De Qué venía la cosa. Nunca me había contado por qué lo habían echado de Los Prisioneros y por fin pude escuchar su versión, además de bastantes detalles escabrosos sobre esa reunión que terminó en desastre. Pero especialmente lo escuché hablar de Jorge. De la tormentosa, torcida y ambigua relación que aún lo seguía ligando a Jorge.
Ese sería el centro de su libro.
Por primera vez, también, Claudio había dejado los pudores y temores del efecto que narrar la historia con pelos y señales podría provocar en Claudia, su ex mujer.
Cuando yo escribí la historia de Los Prisioneros, a diferencia de Stock y el otro muchacho que escribió una oda de amor a Jorge, siempre tuve en consideración a las familias detrás de los miembros del grupo. Pero quién mejor para romper esa frontera social que uno de ellos mismos.

Claudio no leyó mi libro cuando salió.
Yo no voy a leer tampoco el suyo, porque me da pudor.

Alguien dijo por ahí, que lo peor que puede pasarle a alguien, es conocer a sus ídolos.
Soy la encarnación de ese error.
Tengo la sensación que escribir la historia de Los Prisioneros, hoy, es levantar un zombie descompuesto.
Hace veinte años que Los Prisioneros dejaron de existir, el día en que "Southamerican Rockers" salió a la calle, y no en Chile, sino en otros países. Acá el mito había sido ejecutado por los milicos mucho antes, cuando la Digeder les negó los espacios deportivos para promocionar en vivo "La Cultura de La Basura".
No crean que no duele cuando hablo de esto.
Pero una parte de mi siente que cumplió con contar, por única vez hasta ese momento, la historia del grupo de manera honesta, y no por otros motivos: como los de la versión CNI, o la versión rosa. Pobres ingenuos. La historia los desenmascaró igual.

Sé, porque vi el brillo en sus ojos, que Claudio quería contar esta historia porque era la única solución a años de martirio espiritual. Espero que al revivir su vida como prisionero haya podido salir de su cárcel.
Sinceramente, eso espero.