7 de abril de 2009

Ni siquiera el silencio: 15 años sin Kurt Cobain.


Era el músico de rock más famoso del mundo, pero llevaba tres días muerto cuando lo encontraron. Era el líder de la banda más importante en su época, pero el hueco en su corazón tenía más inercia que su propia vida. Y terminó succionándolo. Kurt Cobain implosionó. Ni el dinero que empezaba hace rato a entrar a raudales, ni toda la fama, ni todo el reconocimiento fueron contrapeso suficiente para la carga de su estómago agonizante, doloroso, "nauseabundo", como especificaría, terriblemente, en su nota final.
Cómo diría Rodríguez, esto no es una elegía. Menos una apología de la autoeliminación. Jamás. Los que vivimos veinteañeros la partida de Cobain fuimos empujados a reflexionar al respecto. A mirar de cerca los límites. Personalmente, no quise lo que vi cuando estuve allí, en las fronteras. No me gustó. No lo recomiendo. Pero si alguien debe pasar por allí para contarlo, bien por ti. Cuídate. A Kurt Cobain no lo salvó nada, ni la música, ni la paternidad de una rubiecita hermosa, ni una mujer poderosa. Ni siquiera el silencio de esos días a solas con la heroína y su consciencia. Que mal.
Cada año que pasa, me duele más que Cobain haya terminado a los 27 años. Me duele ese disco con Michael Stipe que nunca grabó. Me duele el experimento a-lo-Sgt Pepper que quería hacer. Me suena cruel y leve que haya tenido planes de echar a sus compañeros de banda, cambiar de músicos y hacer un cambio radical en el estilo de Nirvana. Se sufre todo eso porque nada hubiera sido tan inmensamente abrumador como su ausencia total. Kurt Cobain se consumió. "Better burn out than fade away" dijo tiránicamente en esas últimas líneas, robando de la peor forma a Neil Young. Le siguieron Shanoon Hoon y Layne Staley. Scott Weiland y Dave Gahan estuvieron a punto. Generación de mierda. ¿Víctimas o victimarios de la tensión pre-milenio?. Para qué saberlo. Cobain ya no está. Gone. Y lo paradójico es que su renuncia congeló esos gritos desgarradores, esas guitarras crujientes, esa angustia bipolar. Para siempre. Ese show Unplugged para MTV - que el irónico rubiecito crístico se encargó de floripondear como un velatorio en vida - no fue suficiente dosis de dulzura y consuelo. Es más, produjo el efecto contrario.
Hace 15 años, encontraron muerto a Kurt Cobain. Yo tenía 24 años ese día. Pertenezco a una generación que nunca se va a reponer. El muy maldito nos condenó a la pregunta eterna: ¿Para qué?.
Ni siquiera el silencio pudo con su dolor. En cambio, sentenció a todos los que lo seguimos a la perplejidad. Al desasosiego. Y eso es injustificable. Ni siquiera el silencio eterno puede justificarlo.

J.O.