10 de marzo de 2014

La línea se hace difusa.

Supongo que escribir es algo que se hace letra a letra. Que los escritores no existen más que cuando teclean letra a letra lo que quieren decir y cómo escogen decirlo. Pero escribir no es gimnasia de dedos. 



28 de junio de 2011

Los 25 años de Pateando Piedras, el disco clave en la carrera de Los Prisioneros

Publicado en El Mercurio, Cuerpo C, martes 28 de junio de 2011.

30 de enero de 2011

Lollapalooza Chile: Lo mejor de Perry Farrell.

Para vivir la comunión del rock, y sentir que se es parte de algo, está Glastonbury. En el pasado, Woodstock. Para sentirse lo más ondero del planeta, existen Benicassim y Coachella. Lollapalooza, en cambio, siempre ha sido su cartel. Nunca importó menos las condiciones y el entorno de un festival de rock. Es más, precisamente lo que arruinó la reputación del festival a fines de los 90, fue el alegato de que a mayor sofisticación y recursos, Perry Farrell - mezcla rara de gurú erótico-espiritual de los años 60, go-go dancer a medio travestir y frontman frenético un poco sobregirado por ácido californiano - había comenzado a mostrar manga ancha con la selección de convocados.El paso siguiente fue la venta de la franquicia. Un crimen imperdonable que con el tiempo se moderó a punta de personalizar nuevamente el repertorio con el sello Farreliano.

Si Lollapalooza es una extensión de la excentricidad de Farrel, es porque la cazuela esquizofrénica de estilos y géneros que tan natural y justa parece hoy, no lo era hace 20 años. Fue Farrell quién convirtió esta gran feria gitana del rock & roll en una acuarela fiel de los sonidos en alza, sin importar si requerían drum machines y samplers, o amplificadores vintage y bandanas motoqueras.

Pasemos a los hechos: el cartel chileno.
 El Lollapalooza internacional 2011 tiene mucho de meticuloso tributo a las corrientes madre de la cultura rock actual.
Está el hip-hop fumeta y crossover de Cypress Hill,  puente perfecto entre la old y la nu school del rap, compartiendo escenario con el R&B plastificado, dramático e intenso de Kanye West, el personaje más importante del rap de autor hoy. Sumarle a eso el hip-hop mestizo de la Mala Rodríguez y Ana Tijoux es una puntada fina perpetrada con estilo por Farrell, fiel al carácter ecléctico del concepto original del festival. Un argumento importante para sostener la integridad moral de Lollapalooza como festival basado en el cartel y no en la onda, es que los criterios de Farrel para elegir a sus comensales son casi enciclopédicos, con líneas de tiempo históricas trazadas casi científicamente. Fijémonos por ejemplo en el rock de cantautor. Devendra Banhart, Ben Harper y Cat Power tienen coherencia casi perfecta, si le agregamos el pop edulcorante y cándido de Francisca Valenzuela. Otro combo estrella de la noche está en lo electrónico. Aquí la fórmula es democrática, parrandera, de vocación colectiva, con el pop-trance cafichón de Armin Van Buuren liderando junto al cosmopolita sampler-rock de Fatboy Slim, el electroclash de Fisherspooner y el tecno pop sicodélico del notable superdúo Empire Of The Sun.

Donde Farrell demuestra que es un melómano compulsivo es en la atención que pone en el reggae, contrabandeando sin aspavientos pero con un claro sentido de statement el reggae sofisticado y orgánico de Steel Pulse, pioneros en ponerle mantel largo y cara lavada al rock steady, y el raggamuffin casado con nu metal de los legendarios 311.
Pero es obvio que hay un tipo de cancha donde el líder de Jane's Addiction se mueve como un marine en el campo de batalla: el rock. Aquí la primera versión exportada de Lollapalooza brilla hasta enceguecer a cualquier fan medianamente informado. Enunciando con la promesa extraordinaria de traernos la formación original de su propia banda, la más importante en la renovación y apertura del rock californiano a fines de los 80, Farrell despliega un menú simplemente excitante, que lidera la sicodelia indie de Flaming Lips, y continúa el pop pastiche de The Killers, el neopunk de Yeah Yeah Yeahs, el emo pasteurizado de 30 seconds to Mars, el poderoso nu metal épico de Deftones, la representación más elegante del jangle rock manchesteriano con James y la emotiva reunión del corazón de Sublime, esta vez renombrados con el mote With Rome, por líos legales. A eso se le suman los protagonistas de la nueva generación: The National, The Drums y The Cold War Kids, entre otros, que pegan perfectamente con créditos locales como Los Bunkers, Dënver y Cómo Asesinar a Felipes.
Grande Perry. El tipo sabe que es sólo rock & roll, pero nos gusta. Y que desagradable es cuando no se le trata con respeto. Afortunadamente, Lolapalloza Chile 2011, no es el caso.







27 de agosto de 2010

CAPÍTULO 1: Canciones como balas. (Pedazo)

Me enamoré de las canciones desde muy chico. Por alguna razón que tardé años en descifrar, fue el sonido, las texturas, lo primero que me fascinó. Tuve la suerte de ser niño en los años 70, la época en que la música popular sonó mejor que nunca: orgánica, dinámica, viva, real, a escala humana. Es bastante probable que eso haya curtido el amor que hoy tengo por el sonido pastoso, intenso, casi aromático de las baterías con harto high end, de parches mediosos y bombos directo al bajo vientre; las guitarras in-yer-face estilo Exile on Main Street; los bajos concretos, redondos, saltarines, muy en la huella del Mc Cartney con Rickenbaker del sonido beatlesco sicodélico, o el apogeo de los Wings. Ultimamente descubrí - tarde por cierto y gracias al bendito vinilo-scouting - al Neil Young de Harvest, aunque ya había aprendido que Virgin, Verve y Capitol pre-80's tienen como standard esa tibieza auditiva.

Sin embargo, ser un adolescente en los 80 trajo a mi la luz del formato canción. Me enamoré. No era fácil crecer huacho de padre en la generación de Pinochet. Nadie decía nada, todo se escondía, todos vivían (vivíamos) con miedo de que alguien cercano un día no estaría más en su casa. En la calle, fueron grises esos años. Pero en las casas, en los autos, estaba la radio. Suspiro. Las FM todavía no eran lo más cool. Eran las AM. Allí estaba el vellocino de oro, la dosis, el goce, la apertura a otros mundos, la compañía segura. Los cantantes españoles del boom de los 70 todavía inundaban todo. Las mejores canciones de Julio Iglesias y el Puma; Juan Bau y su "Estrella de David"; Miguel Gallardo y esa cosa animal, urgente, sexual, de "Hoy tengo ganas de ti"; Paloma San Basilio; las canciones de musicales: Evita, El Diluvio que Viene, El Violinista en el tejado; las películas musicales.. y Jesucristo Superstar...Jesucristo fuckin Superstar. Que discazo. Que música. Debe haber sido la primera vez que el rock me fascinó. Había una mezcla de power y mística que me envolvió, me tiró lejos. Lo más cerca que uno podía estar de las guitarras eléctricas, en esos años, era ver a un grupo de cumbia. En una parrillada. No es chiste.


Eso, hasta Los Jaivas. Por un lado, estaba el pop europeo en español, el rock británico (que en mi caso penetró atomizado, sin saber lo que escuchaba). Pero Los Jaivas..., Aconcagua, Macchu Picchu, esos trajes blancos con fajas multicolores a los lados y polainas de lana: Daban ganas de salir corriendo a tocar en una banda, alternarse los instrumentos...había algo de litúrgico, catártico, sublime, sacro en los conciertos de Los Jaivas.
Confieso: Yo quería ser Gabriel Parra. Así de simple.

Mi primer caset fue Made in Spain, de Miguel Bosé. Junté plata de unas mesadas que me dio mi abuelo, y un día sábado en la mañana fui a una tienda a Diagional Cervantes para comprarlo. Estaba dichoso. El segundo fue Thriller, de Michael Jackson. Los escuchaba en un mini componente IRT gris que me regaló mamá. Aún recuerdo el vértigo de abrir la caja y encontrarme esos parlantes desmontables. Casi me dio un infarto. Allí me convertí en un "cazador del dial". Grabar las canciones que a uno le gustaban, ojalá sin marcas del locutor, se convirtió en un arte, una destreza, que mi generación dominó rápido. Lo mejor eran los programas donde la gente pedía canciones. En la Galaxia, en la radio Mundo Nuevo (donde alguna vez pedí "Whip it" de Devo, y me nombraron como Julio Arce, los muy hijos de p...)

Eso, hasta ese día domingo del verano de 1984, en la casa de mis primos en Salvador Gutiérrez. Jaime (eres grande, ¿te conté esto alguna vez?) me mostró un especial grabado en la radio Pudahuel, con un grupo chileno. Eran canciones de La Voz de los 80. Vaya, vaya. Rock chileno. Después vinieron esos argentinos que sonaban como Police (y que este año volvieron). Virus y su música intrigante, sensual, moderna hasta el tuétano. Aparato Raro, Aterrizaje Forzoso, Duncan Dhu, Hombres G. Y Viena...a esos tipos los seguí por todas partes. Yo era fan. Really. Y UPA!. Los Electrodomésticos y esas tocatas que parecían misas negras, crípticas, onderas, surrealistas, alternativas, intelectualoides. Y Soda. Soda forever. La época de Signos, la gira auspiciada por Free. Que banda de mierda, increíble, que rockstar Cerati. Que música notable. Aún guardo mi copia de Signos en vinilo, comprada en Rockshop en diciembre de 1986, que Cerati me autografió (y corrigió las liner notes) en la primera entrevista profesional que hice, en 1993.
Pero eso fue después.

Me gustan las canciones. Porque son como balas. Te subes arriba de ellas y te llevan en milésima de segundo a un sentimiento, una persona, un olor, una época de tu vida. Te destrozan el corazón. Te rompen el letargo. Aniquilan a tu peor enemigo, al menos en tu mente. Son como balas. Te las puedes autoinferir. Y también te las pueden disparar sin piedad. Puedes apuntar y dejar enamorada/o a alguien instantáneamente. Si sabes cómo hacerlas por ti mismo, puedes hacerle el amor a alguien a la distancia, sólo con sonido. Puedes abrazar, dar alivio. Apuran la resiliencia, combaten la caspa, te sacan la ropa y te hacen sentir abrigado, muerden, alimentan, soban, corren mano, penetran, iluminan, retan, dividen, explican, mutilan. Acompañan. Revelan. Catalizan.
Me gustan las canciones.
¿Qué haríamos sin música?
¿Qué habría sido de mi sin música?.
¿Donde estaría sin la complicidad oscura y mala consejera del rock en cada uno de mis días?

(...)

4 de agosto de 2010

Vacaciones (pagadas) en La Moneda.


Si estas líneas merecen también que me telefoneen tres veces de La Moneda, igual que pasó con mi última columna, la verdad me sentiré conforme de que alguien pesque.
Porque quiero partir confesando que esto lo escribo desde la indignación de vivir en un país donde a la gente no se le escucha, donde nos tratan como tontos. Y eso no es para andar sonriendo.
¿Le importa realmente al Presidente Piñera su trabajo en el gobierno? ¿Cree de verdad que esta falacia de la vocación de servicio público puede convivir mucho tiempo más con la certeza de que esconde un terminal Bloomberg para seguir sus negocios, de los que no se ha desprendido ni parece que lo hará?
Hace semanas me tocó recorrer Palacio, invitado en uno de esas visitas guiadas que cualquier ciudadano puede solicitar, pero que a mi me tocó por atender un aviso en Twitter. Y debo decir que me consta que hay gente allí que está trabajando. Gente que ya desconfía de su convicción política, pero aún cree que es posible hacer las cosas bien.
Es cosa de ver al “Capitán Ministro” Hinzpeter, con una rodilla al suelo, rodeado de drogas en algún decomiso, perdiendo la compostura de vez en cuando si se trata de respetar al prójimo y sobrepasado por las circunstancias. Es cosa de ver a la vocera Von Baer, con cara de desesperación, ignorada, permanentemente bypasseada por sus colegas de Estado, tratando de explicar lo inexplicable, de negar lo evidente, de tapar con su mejor cara de póker al elefante blanco gigante que defeca irregularidades en medio de la Plaza de la Constitución.
No podría negarse que hay gente que trabaja por intenciones nobles y convicción en el gobierno. No me consta lo contrario.
Pero basta leer la entrevista a la jefa del Segundo Piso que apareció el domingo en El Mercurio, para comprobar que está todo mal allá adentro. Personeros importantes con catorce horas de trabajo diarias, retados y controlados como preadolescentes que no han hecho las tareas. Carpetas repletas de asuntos vitales que se acumulan en la oficina de María Luisa Brahm - “ojos y oídos” del Presidente Piñera - sin contar con la empatía, con la atención, con la dolencia del Mandatario.
¿Le importará al Presidente su puesto en La Moneda tanto como para poner mano dura en casos patéticos como los de las tristes señoras a cargo del Sernam y la Junji? ¿Le interesará realmente transparentar esos tres mil millones que hubieran hecho la diferencia en la reconstrucción, a solo semanas del terremoto, y que en cambio fueron a parar a manos de amigotes de sus Ministros, en vez de a los pequeños negocios de gente trabajadora y necesitada? ¿Tendrá algún día la intención de hacer un cambio de gabinete profundo para barrer con los errores de interpretación de cifras en la Casen, en la mentirita de las filas de los consultorios, en el déficit fiscal que se suponía habíamos heredado de la era Bachelet?
¿Realmente apagará un día su terminal Bloomberg, hará una pausa en sus negocios y tomará sus responsabilidades en el trabajo público para el que se le paga, para el que una mayoría de chilenos lo eligió? ¿Querrá un día contribuir al menos a devolverle un poco de dignidad a la tradición republicana del  cargo de Presidente, que hoy yace sepultada bajo disfraces, partidos de fútbol, demostraciones flagrantes de ignorancia cultural y espectáculos tristes para la galería a costa del sufrimiento de los pobres?.

Aún tenemos ganas de creer que se puede. Se le ha dejado gobernar, señor Piñera. La oposición lo ha tratado con pinzas, vaya a saber uno si con guante blanco por respeto, o con temor histérico a las ollas que podrán destaparse.
Pero su sonrisa congelada, su indolencia, su silencio en las dudas importantes, hace que cueste sacarse la creciente sensación de que usted está de vacaciones en La Moneda, pagadas por nosotros, los chilenos. Y eso duele. Molesta. Inquieta.

24 de marzo de 2010

Moda, canto y moneda: El pobre Arjona.

"Bichos que crecen alto como enredadera
y asi van enredando moda, canto y moneda
intelectualizando al personal distinguido
del gusto quinceañero y comprador compulsivo

(Extracto de "El Reino de los Ciegos", Alejandro Filio)


Dejemos para otro día el debate de si era Fito el más indicado para vociferar que el Emperador de la trova fácil estaba desnudo. Treinta y cinco Luna Parks para Arjona, y dos para Charly son cifra suficiente para que el discípulo más aventajado del bicolor bigotudo ponga el nombre del maestro en ristre, y lo enarbole como desolador botón de muestra de algo que sabemos bien, pero no hallamos el momento adecuado para discutirlo: Si la gente consume entretenimiento regurgitado y pasado por cedazo es porque les resulta leve, indoloro.
Que mala obra la de Arjona. No sólo su discurso es monotemático, ramplón y obvio hasta lo bobito (bastó vender unos cientos de discos más para que su crítica a la religión sucumbiera ante mil-y-una-danzas-de-cortejo-rápido). Su vocación por la rima ordinaria es, a estas alturas, un cánon de los malos modales a la hora de cantar el amor.

Evidencia 1:
"Tu reputación
son las primeras seis letras de esa palabra
llevarte a la cama era más fácil que respirar
tu teléfono es de total dominio popular
y tu colchón tuene más huellas
que una playa en pleno verano

(de "Tu reputación")

Bien. Contenga la respiración, que aquí viene una más.


Evidencia 2: 
"Cuando fue la ultima vez que viste las estrellas
con los ojos cerrados
y te aferraste como un náufrago a la orilla
de la espalda de alguien".

(De "Cuándo"

A ver:  Podríamos hacer análisis de contenido. Censurar a un tipo que cree que si a una mujer no la machacan hasta hacerla ver estrellas, no es feliz. Y, por otro lado, si ha tenido suficiente de castigo amatorio, su reputación se reduciría a aquella empelotante hipérbole alusiva al antiguo oficio del cariño sin besos.
Pero sostengo una pequeña teoría: Lo que nos molesta del halterofílico guatemalteco tiene menos que ver con su oficio, que con su actitud. 
Arjona se la cree. Y eso es dramáticamente irritante.
Vaya a saber uno si es el chaqueteo del transeúnte no invitado a la fiesta. Puede ser. Más de algún rompefilas dice que Fito respira por la herida. No me consta. Hasta el peor momento artístico del rosarino, debería ser estudiado con lupa por el morenazo trovadorcillo, porque comparables no son. Ni en bajada. Para nada.
La determinación de Arjona puede provenir del sagrado derecho neoliberal de mercado a defender su boliche. Ok, quiénes somos para perjudicarle el pecunio a tan distinguido comerciante.
El problema es que el derecho del consumidor melómano debería incluir una cláusula de probidad: "El artista no podrá creerse más de lo que realmente pesa su obra".
La mortandad sería alta sin duda.
Yo, que prefiero mantenerme al margen de mezquindades y Olimpos critico-musicales, opto por otorgarle al pobre Arjona - el de la trova fácil, sudor por litro, romanticismo viperino, mirada ganosa y tostado imperecedero - el samaritano beneficio de la duda: 
Tal vez no se hace. Es.

27 de enero de 2010

Lo que estoy escuchando en enero de 2010.

Bué. No me ha salido mi lista de "lo mejor de la década".

No podría decir si es por falta de ego para decidir "lo mejor", o es porque lo que escucho es un picoteo surreal de distintas épocas.

Trataré de aproximar a una tendencia sonora más o menos clara de referentes frescos, pero no garantizo.

Aqui va mi lista.

THE POSTAL SERVICE - Give Up: Si no escuchó aún a Tamborello & Gibbard, corra por él. Electro pop alternativo con fuerte vocación por la melodía dulce, las texturas vintage y las canciones altamente adhesivas. Para mi, EL disco clásico de estos años.

EL BAILE ALEMÁN - Señor Coconut: No le recomiendo que se quede sólo con este engendro loquísimo de latin beats y clásicos de Kraftwerk. Entre por esta puerta y llegue a través de ella a todo el catálogo de Uwe Schmidt (aka Atom Heart), una leyenda de la electrónica que trabaja desde Chile.

LUCYBELL - Disco rojo: Le va a costar encontrarlo, pero este es el peak del rock chileno noventero. Cuesta creer que es casi de factura artesanal: trip-pop elegante y romántico para las masas, grandes performances y letras al hueso. Audio candy.

SCHNEIDER TM - Zoomer: Pop del siglo XXII. Folklore de laptop con guitarras de palo robóticas. Sólo ese himno post-posmoderno que es "Reality Check" vale el esfuerzo de seguir a este pequeño mago del blip-pop, fuertemente influenciado por el cookie-beat de Atom heart.

WARREN FITZSIMMONS- Until when we are ghosts
/ RAY LAMONTAGNE - Trouble: Ambos son discos debut. Ninguno es la perfección y eso es lo que los hace imprescindibles para entender el folk de última generación: Sólo tipos con una emoción, una intención, una guitarra acústica, pocos recursos y un gran talento para generar bálsamo espiritual sonoro.

CHICO TRUJILLO - Plato único bailable: Si tuviéramos que señalar con el dedo a los herederos de Sumo en el barrio, yo me quedó con este spin-off cumbiero de La Floripondio. Imprescindible: la versión trasnochada y jaranera de "Ahora quién", que hace a Marc Anthony quedar como monja.

SPARKLEHORSE - Chest full of hawks: Mark Linkous es el nuevo Neil Young. Folk adormecido hecho para almas en reconstrucción. Bipolar, sicodélico, aterciopelado, surrealista, rockero, íntimo, torcido. Esta compilación es muy difícil de encontrar. Pero vale la pena al 100%.

FOREST FOR THE TREES - Forest for the trees: Carl Stephenson escribió "Loser" con Beck. Luego de eso, y sin que su ahijado le diera ni las gracias, se abocó a hacer el disco que probablemente Lennon hubiera querido producir. Cintas viejas, voces empastilladas, samplings envejecidos, coros épicos, espiritualidad trip-hop. Una rareza que también hay que perseguir. (Huelga decir que inmediatamente después de lanzarlo, Stepehenson tuvo una crisis nerviosa que lo hizo terminar en una clínica siquiátrica. Nunca más se supo de él, al menos en lo musical).





Eso por el momento.
Luego me dedicaré a una buena lista de canciones.

25 de enero de 2010

Intención, contexto y performance: El renacer del arte en la Era Piñera.

Molestaba el comentario. Dolía. Era tabú. Pero de vez en cuando se escuchaba. Y de boca de gente no célebre por su insensatez. Que el arte chileno se había achanchado. Que de la asertividad callejera de Los Prisioneros pasamos a las florituras crípticas de Los Tres. Que del cine guerrila pasamos al aspirante a blockbuster. Que de la prosa furiosa pasamos a la novelita light. Que de la pintura con sangre y la performance, pasamos al decorarte y el putanguerío.
De más.
Se nos retorcían las entrañas cuando nos decían que necesitábamos un Pinochet. Que llevábamos dentro al traicionero bigotón represor, como un programa con error. Como una tendencia, como una exigencia.
Lo más curioso de todo, es que tuvieron que volver los mismos de siempre al poder para que retornara el vértigo, el ardor en la lengua, la incontinencia pasional.
Bastó una chiquilla menuda con un recado sencillo al sistema imperante, para que el escenario volviera a tener el sentido que nunca debió perder. El de un gran gatillo para mentes y corazones.
Desde hoy, le pongo más ojo a la carrera de Camila Moreno, la primera valiente en la que seguro será una larga lista. Combatir contra un monstruo económico no es más fácil que resistir la bestialidad armada.

18 de enero de 2010

El perdonazo.

Aquellos que tuvimos que bancar una adolescencia gris en los años de Pinochet, tenemos claro que el regreso de la derecha al poder no puede ser peor que eso. Imposible. Hoy, el aparato democrático y el empoderamiento ciudadano - el mismo que le dio la espalda a la Concertación y compró en efectivo todo el boicot de los medios derechistas contra la Concertación - no podría dejarnos indefensos ante la bestialidad viciosa, civil o militar.
Los ojos del mundo están sobre Chile. Soprendidos muchos. Con una cierta mueca irónica otros. Estudiándonos como ratones de laboratorio los más.

Es raro igual. Los deudos de Pinochet no tenían argumentos para volver. Si uno considera el colapso del capitalismo indiscriminado que hoy tiene a USA por el suelo, está claro que el manejo económico difícilmente será el fuerte del equipo de Piñera, cuyo liderazgo de Hacienda seguro parecerá más una glamorosa elección de reina de belleza que "real politics".
Saltémonos el tema de la cultura, por razones obvias. Sugiero quedarse con la imagen dantesca del grupo de artistas e intelectuales (sic) que almorzó con el presidente electo la semana pasada para formarse una opinión acabada. No olvide sumar al cuadro, el de-ahora-en-adelante-ubicuo semblante del Negro Piñera.

Tampoco está en esa épica carencia concertacionista de "brillo en los ojos" a la que alude Paulsen en su columna de hoy. O un extraño virus de bipolaridad, cuyo principal síntoma es la dislexia temporal, especialmente en conjugar palabras como "Venderemos", donde antes ponían "Venceremos".

Si hay razones para tener a la derecha de vuelta en el poder - tras 20 años de haberla desalojado a empujones de un palacio de gobierno saqueado hasta nivel de quincallería - habría que encontrarlas en la susceptibilidad del chileno a preferir la información rápida, sobre la información veraz. A tragarse el cuento del desencanto. A jurar que todos los males universales de la corrupción cayeron en Chile después de 1989. Y que antes, durante los años del oscurantismo, todo funcionaba sobre ruedas, nadie robaba, nadie birlaba, nadie en el aparatique prefería servirse que servir.

Eso derivó en el gran perdonazo. Fue un asunto de estado de ánimo. Tarea que el  área comunicacional del comando de Sebastián Piñera hizo de manera notable, puntual, con cálculo y empatía. No importó todo lo que ya sabíamos y supimos del candidato de la derecha. Su incontinencia empresarial, su torcido sentido de la oportunidad, la obsecuencia con los civiles del pinochetismo.
Nada.
Se le perdonó todo. Porque la sensación ambiental fue que la Concertación tenía que salir, que terminar. Se necesitaba (¿?) la alternancia.
Oh, los dioses se enojan si no ofrecemos un sacrificio de vez en cuando.
Que lógica más difícil de tragar.

Esta elección, para la historia política,  será recordada con el mismo interés con que hay que marcar el fin de la industria de la música como la conocíamos: Un día, nos despertamos y esto ya no era igual.

Si le va bien a Piñera, le va bien al país. Le va a bien a nuestros hijos, vivimos en paz, progresamos.
¿No es eso lo que todos queremos?.
Aunque para ello nos tengamos que bancar una sociedad que se empobrece (más aún) cultural e históricamente.
Pero que más da. Si hemos sido capaces, en un sagrado ejercicio democrático, de perdonarlo todo.
Que eso nos baste. ¿No?.

7 de enero de 2010

El foso Hormiguero


El Hormiguero
Canal 13
Lu a Vie

Advierto: Si usted espera una columna necrofílica con disfraz de buitre, del tipo “cierren el canal y váyanse para la casa”, no siga leyendo. Por otra parte, si es de los que aman su Trinitron, venera su LCD cazado en 36 cuotas, o se compró un portátil para no perderse ni el rubio ceniza Loreal del “Doctor” De La Barra, le digo desde ya que estas líneas pueden incluir spoilers que lo enterarán de cómo funciona el truquillo de los programas de entretención.

"¿Cuál es el público objetivo de este programa?” lanzó al aire uno de los hinchapelotas artrópodos de paño y espuma de “El hormiguero”, en los últimos minutos del programa del lunes pasado. Y lo que debería haber sonado como una traviesa talla interna meta-televisiva, quedó rebotando en el éter como un macabro ejercicio público de sinceridad.
¿Por qué no resulta El Hormiguero?. Los agoreros que quieren ver encarnado algún supuesto error en la audacia “veneciana” de Tonka, están muy perdidos. Con o sin Tomicic, con o sin Sergio Lagos, la versión chilena de uno de los programas de TV más exitosos del último tiempo en España iba destinada si o si a la ruta del calvario.
Tampoco pueden cantar victoria aquellos que odian todo lo que lleve el sello creativo de los - a estas alturas ubicuos – Copano. Si algo no le falta al nuevo estelar de Canal 13, eso es ideas frescas y energía renovada.

Es más, al programa se le puede acusar exactamente de lo contrario, de voluntarismo, de sobrerreación, de ingenuidad, de ser un compilado anárquico sin carácter ni de chicha ni de limoná.
Para que vamos a andar con rodeos: el programa no fluye, y lo que debería ser un relajo se transforma en una experiencia desagradable, que nos pone a todos en la ingrata misión de presenciar el traje nuevo del emperador. Y el emperador está, irremediablemente, desnudo. Sin concepto, sin norte, sin fondo, sin razón de ser.

Varios años escribiendo para conductores de TV me afinaron el ojo para detectar cuando la costura está mal zurcida. Y este es un caso galopante de realización errática.
Si El Hormiguero original de la cadena hispana Cuatro fue concebido como un talk show delirante, a la medida del conductor y director Pablo Motos, donde la estrella principal es la inagotable pléyade de posibilidades que hay para generar contenidos disparatados en TV, la versión del canal católico cometió el peor de los actos fallidos: por querer ser distinto, terminó siendo igual pero peor.
Ejercicio práctico. Cierre los ojos. Imagínese que usted es director de TV, en un canal importante con mucho público cautivo y buenos auspicios asegurados, en un país donde recién se acabó una dictadura célebre por promover el más feroz apagón cultural. Le piden hacer un programa loco, pero sencillo y glamoroso. Imagínese que usted es genial. ¿Qué hace?. Primero define su fórmula. Se le ocurre que quiere en pantalla a gente que ya tenga fama: quiere una reina de belleza, muy guapa, pulida y templada, al borde de lo cartucho-hipócrita. Le pone al lado al tipo más deslenguado del mercado, un pituco que se caracteriza por tener el mismo nivel cultural de una almeja de la Caleta Portales y la mismo líbido desopilante de un preso liberado tras diez años y un día a la sombra, con tres pisco sour tamaño Catedral encima. Podría quedarse allí, pero usted sabe de tele. Sabe que necesita hacer un programa en tercera dimensión, que incorpore lo impredecible del típico guatón tallero que aportilla la más ensayada y circunspecta ceremonia. ¿Qué hace?: Le suma al rey del chiste corto, que no tiene experiencia televisiva pero si un talento supremo para la salida ingeniosa. Les escribe todo en tarjetas, y los deja en el estudio de TV. Pero no están abandonados a su suerte. Porque esto es como un gran ajedrez humano, donde usted mueve piezas que tienen, cada una, un rol y una destreza precisa. Finalmente, el factor glamour se lo da mezclando invitados de alta notoriedad con personajes bizarros, menores, prescindibles. Es que usted sabe que es el mejor en lo suyo, tiene encima muchas horas de tele, sabe de qué se trata esto: de la mezcla, del revoltijo, de que sea una experiencia novedosa siempre, de contar un cuento con los mismos personajes cada semana, pero en distintos escenarios y dificultades posibles. Usted hace televisión de situaciones.
Felicitaciones. Acaba de meterse en la cabeza de Gonzalo Bertrán. Acaba de inventar Viva el Lunes.

Si El Hormiguero está hoy en un foso con arenas movedizas, que se hunde lento, muy lento, la única forma de salir es aplicando economía de guerrilla. Optimizar recursos, que los tiene y muy buenos. Una dupla de animadores moldeable, dispuesta, fresca, joven, bella.  Un equipo creativo entusiasta, que quiere probar cosas. Una estética notable. Un presupuesto proactivo, con capacidad de reacción.
Y si no le faltan buenos ingredientes ¿Qué cresta  necesita entonces esta sopa para que deje de ser sólo agua caliente con agregados y cuaje en una comida apetitosa?:
Revolver bien. Dejar que cada sabor se impregne en el otro. Ponerle zapatillas a los sentadores vestidos  de Tonka; dejar que las hormigas saboteadoras realmente hagan su pega de crear el efecto de tercera dimensión, de opinólogos residentes; parar un momento para escuchar a los invitados, involucrarlos sin forceps a la dinámica y reaccionar con ellos; dibujarle claramente los límites de la cancha a los conductores para que sepan que así en el fútbol como en la comedia, siempre hay uno que crea la jugada, que la sirve, y otro que la remata, que anota el gol.
Sé que es sencillo decirlo, pero no es fácil hacerlo cuando está todo el mundo observando, disectando, juzgando. 
Pero esto es sin llorar.

Después de todo, el negocio de la televisión siempre ha sido y será trabajo de hormigas.


29 de noviembre de 2009

23 de noviembre de 2009

Volviendo al ruedo radial: Presentamos 2012 - EL ULTIMO PODCAST

Escucha el prímer capítulo
2012, EL ULTIMO PODCAST, el webshow de los contenidos.
Con..
- Micachu & The Shapes
- Louis Prima
- Lautaro Cantillana Teke en “Striptease”
- Claude Levi-Strauss
- Los 25 años de La Voz de los ‘80 (canciones inéditas)

además…

- La anarcumbia de Amandititita
- El disco nuevo de Melero

…y otros temas en random.

Con Julio Osses y Gonzalo Muñoz.

2012 | Podcaster

Twitter Killed the Blogging Star

Nada que hacer contra la miniaturización. Del PC al notebook, luego al netbook, para terminar en el iPod Touch. Del blog al Twitter.
Lo paradójico de todo, es que mientras se achica el gadget para WiFi, más atesoro el encuadernado de mis libros.
Y la música, que, cómo le leí a mi amiga Varinia, "es mi casa".

Para recuperar la fe en la crónica de medio formato, paso revista a lo que leo y lo que escucho, by now.

En el velador::
MISSING (Alberto Fuguet), MEDIAMORFOSIS (Roger Fidler), LAS ARMAS DE AYER (Max Marambio), ESLABONES PERDIDOS (John Reader), MUERTO HASTA EL ANOCHECER (Charlaine Harris), EL EMPAMPADO RIQUELME (Francisco Mouat), CIEN LIBROS CHILENOS (Alvaro Bisama), RÁPIDO ANTES DE LLORAR (Claudio Bertoni).

En el iPod:
MICACHU & THE SHAPES, LOUIS PRIMA, DANIEL MELERO ("X"), JERÓNIMO, AMANDITITITA, BERSARIN QUARTETT, ROXY MUSIC, THE CORAL, DEATH CAB FOR CUTIE ("Plans", "We have the facts and we're voting yes"), DENNIS WILSON, ELECTRONIC, FUN LOVIN' CRIMINALS, GALLETITA, EL GRAN SILENCIO, LO-FI-FNK, LES NUBIANS, OREN LAVIE, ZOE ... por nombrar lo recurrente.





23 de septiembre de 2009

Cobertura en vivo - PRIMER DEBATE PRESIDENCIAL EN TVN