20 de noviembre de 2008

Presidenciales 2009: Y ahora ¿Quién podrá conmovernos…?


No tengo nada contra El Mercurio. Es EL DECANO del periodismo criollo, trabajé allí harto tiempo y no hay nada mejor para secar la cocina cuando el lavaplatos estalla de platos sucios. Pero me resulta inquietante que baste una crónica calenturienta como la del cuerpo de Reportajes del domingo pasado, y su esotérico/patafísica teoría del supuesto complot de Pepe Auth (sic) buscando dinamitar las cabezas de la Concertación, para que tiemble el establishment socialista y dos de las candidaturas más fuertes (si no las más) terminen prácticamente en la intemperie.
¿Tan delicada es la cosa? ¿Tan frágiles están los cutis de nuestros líderes concertacionistas?. Si seguimos así de susceptibles, vamos a tener que empezar a informarnos de las últimas novedades político-partidistas en la crónica roja. O peor aún, en las últimas páginas del diario. Esas que usualmente se dedican a la prensa rosa, el trapicheo televisivo y la lencería existencial de la última chica reality. Aunque esta última opción no me parece tan marciana. Si algo tienen en común la farándula y la política es que desnudan como nada la esencia de la condición humana, con sus brillitos, bemoles y turgencias varias.

A los amigos de la política profesional, que por más que tratan no logran saber por donde diantres va lo que quiere el respetable para tarjar en el voto de diciembre 2009, recomiendo mucho una película que dan por estos días en el cable. Se llama Man Of The Year (si lo de ustedes es el francés, y con algunos reparos el sueco, les traduzco: Hombre del Año). La protagoniza Robin Williams y (mi nueva actriz predilecta) Laura Linney. Cuento corto, narra una fantasía donde por primera vez un independiente (de profesión comediante, que tiene su propio modesto show de TV), se enfrenta en las urnas presidenciales a demócratas y republicanos. Y gana. Eso, luego de una delirante secuencia donde aprovecha la pantalla del consabido debate presidencial para decir unas cuantas duras sobre los políticos largamente establecidos. Finalmente todo esto deriva en intriga y debacle, pero esa parte de la historia da lo mismo (al menos en la ficción hollywoodense) para los efectos de la comparación que busco.
Veo venir lo difícil que resulta explicarle a los candidatoides locales que aquí Obamas, al menos por el momento, no hay. Que no existen cronistas (salvo probablemente el que suscribe, aunque – como diría Lagos - no estoy disponible) (¿O si?) - como Jon Favreau, con suficiente genio, cultura pop y sensibilidad para incorporar el inconsciente colectivo en los discursos de su presidenciable. Que un punto fuerte de disociación es que aquí las platas de las campañas no se recaudan por Internet, (es más, el elector chilensis común y corriente no está demasiado interesado en hacer una vaca para pagarle la sedosa corbata turquesa de moda al politicón de su preferencia, ni menos la acartonada-palomita-oda-al-photoshop). Y lo que es más dramático aún (por favor, señor, aquí conténgase, que usted ya es un hombre crecidito y no se ve bien manchar de solución salina los manteles de el Divertimento), como bien indica mi nunca bien ponderado amigo Pato Navia en su columna del fin de semana, los grupos de élite a los que pertenecen nuestros políticos tradicionales (que si no han tomado helado juntos en el Apumanque, de seguro se han chorreado con el mismo caldo enjundioso de una empanada de mariscos en el pituco litoral allende Concón, Zapallar, Maitencillo y demases) , poco tienen que ver con el origen profundamente marcado por lo racial, y lo popular y lo meritocrático del archiexpuesto Barack Hussein.

En este contexto, me acabo de unir al grupo de Farkas en Facebook. No quiere decir que vaya a votar por él (aunque ya somos más de 136 mil (y subiendo), (toma Tatán, toma papurri). Al menos no aún. Pero si Insulza sigue gritoneando a los periodistas y taponeándose las arterias con queque públicamente; Lagos sigue con esa indecisión tan poco testosterónica; Piñera no entiende que la gente no es tonta; y la legendaria DC no se pone firme y pasa de una vez por el cedazo al nutrido contingente de presidenciables delirantes que quieren ahorrarse la consulta a la terapeuta floral en el balcón de Morandé con la Alameda, yo prefiero la candidez generosa del blondo empresario depositario del legado sanguíneo de Moisés y el rey David.
No puedo sacarme de la cabeza esa posible proclamación en la Plaza de la Constitución con KC & The Sunshine Band, la (nueva) reunión de Los Prisioneros, choripanes gratis de Arica a la Antártica, y diez luquitas mensuales extra en la cuenta corriente. No sé si es lo que el país necesita en su futuro, pero pucha que luce más respetable, transparente y sencillo que lo que tenemos hoy.
O peor aún, que lo que se nos viene encima.