El futuro no es ninguno.
Reproduzco aquí la notable crónica aparecida en La Nación Domingo (http://www.lnd.cl), acerca del fin definitivo de Los Prisioneros en Venezuela.
El último baile
La banda de San Miguel exhaló su último aliento en Caracas, y LCD conversó con los testigos de la muerte: la gerencia de la organización, un periodista fanático y Marcos González, hermano y manager del maldito sudaca. Olvide por un momento a Marilyn, ¿quién mató a Los Prisioneros?
Nación Domingo
Ernesto Bustos B / Marcos Moraga Lovera
Todavía no se extinguían los últimos acordes de Tren al sur cuando Jorge González abandonaba el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, tras casi una hora de concierto. Rápidamente se dirigió en una van al hotel, ubicado a unos ocho kilómetros del local, mientras sus compañeros de banda, Miguel Tapia y Sergio “Coti” Badilla, permanecían en camerinos. “Tapia estaba como yo: a boca abierta”, cuenta Hassan Sleiman, gerente de operaciones de Onlyticket, la empresa venezolana que organizó el último concierto, que cerró casi definitivamente la carrera de los sanmiguelinos.
El público partió pidiendo a los “¡Prisioneros, Prisioneros!”, pero a esas alturas ya coreaban “¡traicioneros, traicioneros!”. El Aula Magna hervía, y Ahmed Sleihman, gerente general de Onlyticket, temía por la seguridad del recinto, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, mientras trataba de explicarle al rector de la Universidad que el evento estaba bajo control y mantenía los equipos listos para el segundo bis.
A esa misma hora, Sleiman intentaba convencer a Jorge González para que volviera a la universidad, pese a que contractualmente todo estaba en orden: la banda había tocado exactamente los catorce temas estipulados en el acuerdo. Pero de eso nada sabía el público, y como explica Ahmed Hassan, “estaban eufóricos”. Marcos González, hermano de Jorge y mánager de Los Prisioneros, marcaba una y otra vez el número del chofer de la van, pero no pudo contactar al líder del grupo sino hasta que llegó a su hotel. “Jorge dijo: ‘bueno, me devuelvo’ y tomó un taxi de la calle, pero el taxista no sabía llegar. Luego entró por la puerta del público”. Habían pasado cuarenta minutos.
González ingresó por el acceso general del recinto, recorrió un largo pasillo, bajó una escalera y subió al escenario. Lo acompañaba Ahmed, de la organización, hacia quien se abalanzó el público pidiendo explicaciones. Según Luis Villapol, periodista del diario “El Mundo” de Caracas que cubrió el concierto, “Jorge González adoptó una actitud desafiante hacia el público. En ningún momento interactuó con la gente y sólo lanzó un frío gracias. Como que le daba lo mismo cumplir el contrato y la reacción de sus seguidores”.
Y el relato de Villapol continúa. “Marcos González mandó a callar al público, que se sentaran, que el recinto era Patrimonio de la Humanidad y que Los Prisioneros volverían en cinco minutos”. Aquí es donde comienzan las contradicciones. Marcos González niega que se haya producido un enfrentamiento entre su hermano y el auditorio venezolano, y que todo es una “fábula del señor periodista de “El Mercurio” y “La Tercera”. Para demostrarlo, ya encargó a la productora Onlyticket que le enviaran la grabación del concierto.
Sin la presencia de Tapia y Badilla sobre el escenario, el artista -acompañado de una guitarra electroacústica y a capella- interpretó versiones resumidas de Amiga mía, Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos y repitió Tren al sur. “Les advierto que no tenemos más canciones”, dijo el líder de la banda, según el relato de Luis Villapol. Cae el telón y los fanáticos se retiran indignados, y según cuenta Ahmed Hassan, “hasta destruyeron unas butacas, haciéndoles cortes con cuchillo”.
¿Quieres una primicia?
La última vez que Los Prisioneros habían tocado en Caracas fue en 1991 y en octubre de ese año Jorge González anunciaba que la banda se disolvía. El sábado pasado, ésta regresaba a la capital venezolana después de 15 años para ofrecer, según la propia confesión de Miguel Tapia al diario “El Mundo” de la capital venezolana, su última presentación antes de separarse definitivamente.
Después del bochorno que significó para Onlyticket obligar a Jorge González a finalizar el show que había sido acordado, nuevamente el líder de la banda desapareció. En los camarines sólo quedaron Coti Badilla (guitarrista) y Miguel Tapia. Se veían cansados, pero el baterista fue más allá y decidió hablar. “’Villapol’, dijo, ‘tú quieres una exclusiva’. Y yo le digo ‘claro’. ‘Bueno, la banda se disolvió, nuestro último concierto es éste, en Venezuela, pero no fue decidido acá’”, explicó el periodista. Según la propia confesión de Tapia al profesional, estando en Chile (el 3 de febrero pasado en el festival de La Serena) la decisión de terminar con Los Prisioneros ya estaba tomada. El baterista dijo que habían muchas diferencias a nivel musical y que volvería a retomar su proyecto musical con Coti Badilla, el tercer miembro de la banda. La información la confirma Marcos González: “las giras desgastan y es mejor terminar en alto que en baja. Teníamos solicitudes en Ecuador, Estados Unidos, Perú y hasta Suecia. Las cosas tienen un tiempo, una decantación, y este es el momento de empezar a tomar otro rumbo”.
Los hermanos Sleiman, sin embargo, no se enteraron hasta el otro día. Ya en el aeropuerto, Hassan relata que Tapia le explicó que el grupo estaba disuelto. “Eso me dejó más consternado. Pienso que si tenían problemas entre ellos, no tenía que haberla pagado el público”. Pero el mánager de los rockeros chilenos está en desacuerdo con atribuirle a Los Prisioneros la responsabilidad de la frustración desatada en el concierto. “Por contrato teníamos un precio de 80 mil bolívares y ahí me enteré que estaban cobrando la entrada más cara a 100 dólares, o sea 230 mil bolívares. Así que si pagas eso, esperas un show de tres horas, y en ese sentido ellos tendrán razón de decir: nos estafaron”.
Una muerte anunciada
Otro factor que habría gatillado el fin, hasta ahora definitivo, de la banda es la influencia de Loreto Otero, la esposa de Jorge González, en las decisiones del grupo. “Miguel me confirmó que ella tenía que ver en la separación. No dio muchos detalles, pero dijo que esa mujer era una vaina bien seria”.
De lo que hablaba Tapia era de la forma en que fue comunicada la disolución. Loreto Otero asumió las relaciones públicas de Los Prisioneros post-Narea, y había cultivado una relación muy cercana con la fanaticada latinoamericana. Tanto que consideró pertinente hacerles saber, con meses de anticipación, que la banda no iba más después de febrero. “Miguel se sintió un poco pasado a llevar por eso, pero yo entiendo a Loreto, porque ella mantenía el contacto de Los Prisioneros con los fan y les teníamos tanto respeto que podíamos intimar cosas tan importantes como ésta. Tapia no lo entendió así; pensó que a lo mejor debería haberlo hecho él con Jorge”, explica Marcos González.
Pero en la segunda despedida del icono ochentero, todavía hay cosas que no cuadran. Hassan Sleiman, de Onlyticket, sostiene que el pasado jueves recibió una llamada de Marcos González explicándole que este no es un quiebre definitivo y que la banda se volvería a reagrupar luego de un descanso. Marcos González no lo niega (“Esta no es una pelea como las diferencias de trabajo que había entre Claudio Narea y los Prisioneros: cuando uno se separa en buena onda no tiene por qué no existir más adelante una situación de reencuentro”), pero para la organización de Onlyticket, algo huele a estrategia de marketing. Así lo expresó Ahmed Sleiman en su último consejo para los sanmiguelinos: “El que se pone con divismos pierde en este mercado, si tú vas a hacer eso (separarse), lo haces en otras naciones, y si lo vas a hacer a nivel propagandístico, bueno, lo harás. Pero aquí, se joden ¿me entiendes?”.
Con González en México y Tapia de regreso en Chile, la separación del binomio duro de Los Prisioneros es un hecho. Un tren al sur y otro hacia el norte, que con un bochornoso final nuevamente dejan a sus seguidores pateando piedras. LCD
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